lunes, 31 de diciembre de 2007

Ovidio se pregunta a orillas del Mar Negro



Ovidio se pregunta a orillas del Mar Negro


“Aquí el campo ni produce frutos, ni sazona las dulces uvas; ni las riberas se adornan con los sauces, ni los robles crecen en los montes. El mar no merece mayores alabanzas que la tierra; las olas, que el sol nunca visita, amenazan siempre, removidas por la impetuosidad de los vientos..." (Pónticas, Epístola III)

I


Ovidio se pregunta a orillas del Mar Negro
qué es lo que ha hecho para concitar la ira del César
y terminar confinado en estas tierras bárbaras
donde ni siquiera se habla el idioma de Ausonia
y los escitas visten burdas bragas, torpe remedo
de la toga viril, y se arropan con pieles y usan largas
greñas y dardos empapados en sangre de víboras.

La explicación que le es dada, si acaso un decreto
del descendiente de Eneas requiriese fundamento
o razón alguna, es que sus escritos iniciales
–el Ars Amandi, entre ellos– soliviantan
a la juventud romana y la inducen a adoptar
un comportamiento desvergonzado y procaz, ajeno
al recato y al decoro pregonados en la era augustea.

Se me acusa de haberme convertido en maestro
del impúdico adulterio
”, se lamenta el poeta
desde Tomos, en las últimas fronteras del mundo
conocido, donde un castigo cruel e inapelable lo condena
a la pena de la relegación, a la par que sus libros,
que exaltan las travesuras del niño arquero,
son proscritos de las bibliotecas públicas.

Su destino final es la Cólquide, a la que alguna vez
pusiera proa Jasón y sus audaces argonautas
en busca del vellocino de oro, mucho antes
de que el bardo ciego cantara la epopeya de Ilión.

Y así como los dioses inflamaron el alma de Medea
de una aciaga pasión que hizo que despedazara
el cuerpo de su hermano, para dilatar la persecución
de su padre, el rey Eetes, así Ovidio ha esparcido
restos de la suya en el largo camino que va desde
la ciudad de las siete colinas hasta su lugar de exilio.

De Roma a Brindisi, de Brindisi al istmo de Corinto,
y desde allí a Cencrea, para arribar al puerto de Imbros,
y luego a las costas de Cerinto, en Samotracia,
a escasa distancia de Témpira, donde aguarda la llegada
del buen tiempo, que ha de propiciar, bajo el amparo
de Palas, el cruce del Helesponto hacia el Ponto
Euxino y el fin de su ardua travesía en suelo tracio.

Tal es el derrotero del desterrado, el agobiante
itinerario del expulsado por un dictamen
del Augusto César, que lo fulmina y lo reduce a cenizas,
cual un rayo arrojado por la mano de Jove.

Pero hete aquí que el rescoldo cobra vida,
animado por el soplo del dolor y la nostalgia,
y halla consuelo a su pena infinita -¡oh rara paradoja!-
en la inadvertida causa de su caída: la compañía
y frecuentación de las Musas, y yergue sus tablillas,
desde las playas sármatas, para escribir las Tristes
y las Pónticas en dísticos borroneados por lágrimas.


II

Ovidio se pregunta y vuelve a preguntarse,
girando sobre la noria de su propia desgracia,
qué es lo que ha hecho para irritar al poder.
Y aunque de nada le valga indagar hasta el hartazgo
por el destino fatal que lo llevó a echar su áncora
en este mar mal llamado hospitalario, cuyas ondas
aprisiona el invierno, el circular asedio troncha su sueño.

Atribulado e insomne, se interroga a sí mismo:
“¿Por qué vi lo que vi? ¿Por qué hice delincuentes a
mis ojos? ¿Por qué conocí mi culpa después de cometer
la imprudencia?”. “Mi falta se reduce a no haber estado
ciego”
, desliza, en tono cifrado, en otra de sus elegías,
tras beber el acerbo trago de los amigos que le dan
la espalda como si la desdicha fuese una peste.

¡Que otros más versados y doctos que el que estas torpes
líneas hoy hilvana exploren las causas que lo condujeron
hacia su adversa suerte! Hay quien dice que el genio
de Sulmona fue testigo de los devaneos amorosos
de Julia, la hija de Octavio y Scribonia,
y algunos extreman la conjetura arguyendo que llegó
a compartir su lecho o fue cómplice al menos de su lujuria.

Hay quien sostiene, a su vez, que fue otra Julia, la nieta
del “princeps civium”, la amparada por Ovidio en sus amoríos,
y otros afirman que asistió a una ceremonia donde vio
a Livia –¡supremo sacrilegio!– despojada de sus vestiduras,
y tamaña osadía le valió un castigo proporcional
a la temeridad del crimen, cual nuevo Acteón devorado
por sus perros tras afrontar la cólera de Diana.

Y no falta aquel que asegura que el nacido
en el año de la muerte de los dos cónsules (43 a.C.),
participó en rituales adivinatorios en los que se predijo
la muerte del Príncipe y la ascensión al trono de Agrippa
Postumus, pese a que Publio Ovidio Nasón,
leal a su precepto de “no hablar de cosas innecesarias”
Ne quae opus non est forte loquare–, optó por el silencio.

Yo, por mi parte, atribuiré a las Parcas –hijas de Nix,
la diosa que concebía por sí sola, o de Zeus y Temis–,
que tejen con su ovillo el curso de la vida y la cortan
con sus tijeras de oro de un modo inexorable, sin dar aviso
ni respetar potestad alguna, el curioso periplo
de quien siendo amigo de las deidades del Helicón,
fue al destierro por los frutos de su ingenio.

¡Salve, oh digno maestro del dolor! ¡Eterno loor
a tu imperecedero y magnífico ejemplo! Pues aquellos
que de seguro palidecieron de envidia ante el brillo
de tu esplendente lira y emponzoñaron el oído del César
con sus murmuraciones, hoy sólo son polvo
innominado, escoria de los tiempos, en tanto que
tus versos resplandecen más que el oro y el mármol.

Y la victoria final es del transterrado, del que a hora
temprana conociera los halagos de la desdeñosa fama,
y al cual “una falta, no un crimen”, empujó al ostracismo
entre los Getas, en la triste comarca en la que el vino
se congela en las cráteras y el único paisaje es un frío páramo,
donde hizo de sus penurias una obra indestructible
y más perenne que todas la estatuas del Padre de la Patria.


Cayo Valerio Mesala (¿siglo III?)

Del libro inédito “Clamor del invidente”, de Carlos Monge

domingo, 23 de diciembre de 2007

sábado, 22 de diciembre de 2007

KT Tunstall: Energía a raudales sobre el escenario

La descubrí en el programa de televisión de Jools Holland. Una sola palabra para definirla: im-pre-sio-nan-te. Acá van algunos datos tomados de su biografía en Wikipedia:

"KT nació en Edimburgo, Escocia; y posteriormente fue adoptada. KT es la abreviación de su nombre completo, Kate Tunstall. Su padre adoptivo era un físico, y su madre adoptiva, una profesora. La familia adoptiva de Kate incluye a un hermano mayor llamado Joe y a otro menor llamado Daniel. Cuando tenía aproximadamente veinte años, Kate conoció a su madre biológica, quien le dijo que su padre biológico era un cantante de música folk. Ella pasó tiempo actuando en la famosa Church Street en Burlington, Vermont, y en una comuna situada también en Vermont. Desde 2003, KT está saliendo con Luke Bullen, el baterista de su banda. La madre biológica de KT es de ascendencia china, y su padre, a quien nunca conoció, es irlandés (...)

La primera aparición destacable de Tunstall fue una actuación en solitario donde interpretó 'Black Horse And The Cherry Tree' en el programa de televisión británico Later with Jools Holland. Esta actuación fue destacada porque sólo tuvo 24 horas para prepararse debido a que el artista programado para esa ocasión, el cantante Nas, cancelara su actuación debido al estado de salud de su padre. Su actuación llamó la atención a muchos televidentes, quitándoles protagonismo a otros números programados como los de The Cure, Embrace y The Futureheads..."






KT Tunstall: Un nuevo descubrimiento